viernes, 28 de octubre de 2011

La Orca asesina.

Unos pescadores se echaron con su barca a la mar para pescar. Era el atardecer de un día de verano. Las nubes se teñían de rojo heridas por los puñales de los rayos del sol que se ocultaba lentamente hacia el horizonte. En el momento del trayecto se encontraron con un espectáculo maravilloso. A unos cuantos metros, el mar parecía hervir. Miles de peces buscaban afanosos el cardume jugueteando en la superficie del agua salpicando de oro y plata las olas tranquilas del mar. Cientos de gaviotas revoloteaban chillando. Pararon la barca, admirados de aquel espectáculo inaudito y maravilloso. En eso, vieron como dos delfines jóvenes, comenzaron a cruzar en majestuosos saltos las olas con una elegancia y perfección increíble. Se sumergían rítmicamente y volvían a aparecer como dos acróbatas sincronizados. Era como un espectáculo circense: elegantes, finos, plateados, juguetones, magníficos y bellos. Uno de ellos salió del agua disparado como una flecha hacia el cielo. Fue subiendo y subiendo airoso casi unos diez o quince metros y dando un quiebro, raudo como una flecha se zambulló  olímpicamente en el mar azul. Y así una y otra vez.
En estos juegos estaban cuando no se percataron que muy cerca donde se entretenían los delfines aparecía una masa negra que salía a flor de agua  parecida a una roca y volvió a sumergirse sigilosamente. El delfín, retozando feliz,  volvió a remontar  hacia el cielo. Al llegar a la altura límite, en el momento de realizar el giro y zambullirse en el agua, la masa negra informe volvió a emerger más y más por encima del agua hasta formar como un peña. Los pescadores, exclamaron: ¡La Orca, la temida ballena asesina! El delfín se precipitó hacia abajo y vio la masa de la Orca que le esperaba debajo y que por la velocidad, se le aparecía cada vez más grande, más  grande, más grande… ya no pudo evitar el impacto por más que intentaba evitar el choque mortal. Cayó aparatosamente sobre el lomo de la ballena. El ruido espantó las gaviotas que revoloteaban. Se había quebrado el espinazo… había muerto…  y se deslizaba fláccidamente por el lomo azul oscuro del cetáceo hasta el agua con la cola aún visible. Los pescadores, impresionados aún por el suceso, mudos, vieron como, poco a poco, la masa negra asesina fue sumergiéndose y arrastrando al pobre delfín en las profundidades tenebrosas del mar. La cola, como una bandera de luto, también desapareció para siempre.

Saludos amigos.
Me dolió en el alma ante la trágica, absurda y desgarrada noticia de los 6 cristianos quemados vivos por exaltados mahometanos fanáticos en Gojra zona central de Pakistán. Está escrito que los cristianos seríamos triturados. El bien, lo bueno, lo justo, la belleza y elegancia, como el delfín, no se aprecia. Al contrario. En varias partes del mundo van surgiendo horribles orcas asesinas como adalides emisarios de Satán, no tengo que hacer más comentarios. Amigos reflexionen y recen.