jueves, 29 de marzo de 2012

La araña




Estaba camuflada en el escondite que ella misma se había tejido. Quieta. Expectante. Sólo movía sus ojos inquisidores, esperando, esperando.
Me encontraba sentado junto a un árbol cuando divisé una inquieta y peluda araña negra que, entre dos ramas del árbol donde estaba sentado, tejía una tenue telaraña, casi invisible. Curioso. Cautivó mi curiosidad. Me di cuenta que precisamente por este sitio cruzaban varias moscas e insectos voladores. Observé con atención cómo iba tejiendo la telaraña fatídica. A partir de un centro, que era su guarida donde se escondería, iba tejiendo círculos, pequeños al principio y cada vez más grandes al final, hasta cubrir totalmente el paso por donde percibía que pasarían los insectos. Poco a poco fue formando una red casi invisible que quedó perfectamente ubicada entre las dos ramas del árbol. Se acurrucó en el hueco y esperó pacientemente.
Hacia el atardecer, aparecieron varios insectos que revoloteaban atolondradamente de un lado a otro con inusitado zigzag. La araña miraba y esperaba pacientemente sin moverse de su escondite. En eso una ingenua mosca quiso cruzar por entre las dos ramas y…chocó con la telaraña y se quedó pegada. La araña avizoró como la  mosca, por más esfuerzos que hacía para desprenderse de la pegajosa telaraña, más se enredaba en ella. La araña esperó, inquieta, mirando como su presa se debatía inútilmente para librarse. Imposible. ¡Estaba atrapada sin remedio! Rápidamente la tejedora salió de su escondrijo y se lanzó contra la mosca. Empezó a envolverla con sus hilos traidores para que se quedara aún más inmóvil y no escapara de la trampa que le había tendido. Vio que no se movía. ¡Ya era suya!

La araña traicionera jaló el ovillo donde estaba apresada la mosca y lo metió en su nido. La victima estaba servida. Le clavó el aguijón y, lentamente, chupó su sangre  con delicia. Al poco rato, la mosca ya no era más que un amasijo informe y fofo: una piltrafa infeliz sin carne y con el pellejo despedazado y contrahecho. Satisfecha con su festín, la araña pérfida tuvo la desfachatez, después de servirse de la mosca incauta, arrastrar la bola con los residuos y botarla al suelo despectivamente como una basura  inútil y despreciable.

Este es el triste desenlace al que pueden llegar los distraídos, inseguros e imprudentes que alegremente no cuidan su andar y sus acciones. ¡Pueden quedar atrapados irremisiblemente en la telaraña de sus malas acciones!




miércoles, 7 de marzo de 2012

El premio de Dios

Un escalofriante testimonio para aquellos que practican o se suman al griterío de la libertad a favor del aborto “terapéutico”. Lo leí en “Tradición y Acción” y te lo transcribo tal cual pensando en esas heroicas madres que a pesar de las recomendaciones de médicos,enfermeras,que, nsistentemente,  aconsejan que los medicamentos a tomar causaran un daño irreversible al hijo en gestación,apoyan elaborto con “argumentos” tendenciosos. Siento la necesidad de decir que el aborto, llámese “terapéutico”, “inducido”,  como se llame, es un atentado criminal contra una criatura humana indefensa, una aberración contra la naturaleza humana, un daño a la sociedad y una quemadura acerbísima en la mente y en el corazón de estas pobres mujeres que se someten al aborto. Una tragedia persistente y un trauma inextinguible. No podrá jamás borrar de su mente el grito del hijo no nacido: “Madre, madre mía, ¿por qué?”.
La estrella del fútbol americano Tim Tebow, defensa del equipo Florida Gators ganó en 2007 el codiciado Trofeo Eximan, que desde 1935 premia al mejor jugador de la popular Liga Universitaria norteamericana. Fue el más joven estudiante en ganar este trofeo, y este año figura nuevamente en el ranking de los candidatos finalistas. Durante una reciente entrevista, Tebow dejó atónitos a los periodistas al afirmar que debe sus éxitos deportivos al hecho de que él es “virgen” y se propone permanecer así hasta el matrimonio. Pero la sorpresa no terminó allí: el joven también agradeció a su madre por haberle permitido nacer; ya que estando en Filipinas durante el embarazo de Tim, en 1988, ella sufrió una disentería por parasitosis infecciosa, tan grave que quedó varios días en estado de coma. Al recobrar la conciencia los médicos le recomendaron someterse a un aborto “terapéutico” alegando que los medicamentos a tomar eran demasiado fuertes con irreversible peligro del hijo a nacer. Ella se negó rotundamente.
Dios premió su enérgica actitud por partida triple: dio  luz un niño perfectamente sano, se convirtió en un modelo de heroísmo materno para el mundo entero, y su propio hijo es hoy un ejemplo moral para la juventud.