martes, 12 de noviembre de 2013
lunes, 1 de abril de 2013
El tarro de leche
Cuando pasaba por la calle siempre me encontraba con dos hermanitos, uno mayor y otro el pequeño, un tanto desgreñados, pillos con una sonrisita de conejo, vivarachos, jugadores de fútbol de pelota de trapo, desmandado, pero siempre sonriendo, alegres.
Eran tiempos de guerra. La ciudad estaba, en algunas partes, en ruinas. Estaban cerradas las escuelas. Escombros y suciedad por el suelo, amontonada la basura, humeante, aún, los edificios destruidos por los bombardeos de los aviones enemigos.. Los varones de 40 años debían alistarse para ser destacados al campo de batalla. La cancha de fútbol de la escuela parecía un paisaje lunar. De pronto sonó la sirena avisando la proximidad de aviones a punto de lanzar us bombas mortíferas. Había que correr hacia las zanjas profudas del campo y, sacar del bolsillo, un pedazo de madera, sujetarlo con los dientes, y dejarse caer dentro de ellas. De no ser así, la onda expansiva de los artefactos podrían romperte los tímpanos. Caos, espanto, terror. Pasado el bombardeo la sirena anunciaba que el peligro había desaparecido. Episodios de de terror, de sobresalto, de Tiempos, de miseria, de temor, sobresaltos…y hambre, mucha hambre que corroía el estómago gritando por la boca del estómago un mendrugo de pan. No había nada. Los niños iban a buscar en los basurales buscando algo con que “matar” (nunca mejor dicho) el hambre.
Los dos hermanitos, como otros niños, rebuscaban entre los desperdicios y bolsas de la basura por si encontraban algo que comer. En eso, encontraron casualmente un tarro de leche intacto. No estaba vacío. Tenía leche. Saltaron de alegría ante el hallazgo, corrieron detrás de unos matorrales y sentados abriendo la lata con una piedra esperaban disfrutar de la leche cremosa. –Hermanito, le dijo el mayor a su hermano pequeño, vamos por partes. Tu tomas un sorbo de la leche ¡sólo un sorbo! Y me pasas el tarro y yo haré otra tanto. Y así uno yo, uno tú, uno yo, uno a ti hasta que el tarro quedó vacío. El pequeño se relamía los labios satisfecho y su hermano le decía: ¡Qué bien! ¡Hemos bebido leche!. Se abrazaron felices…el pequeño nunca se dio cuenta que su hermano mayor simulaba tomar la leche pero no probó ni una gota. Lo que hacía era cerrar la boca, Cerraba la boca simulando que bebía y relamiéndose los labios después, dejando el tarro de leche toda para su hermanito. Se levantaron y abrazados se fueron alejando uno con el estómago satisfecho y el otro lleno de amor y aprecio a su hermano. Dios, desde el cielo sonreiría la acción maravillosa y escondida del hermano mayor y ángeles bailarían de puro contento. Así es el amor: darse en obras de cariño.
lunes, 18 de febrero de 2013
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El buen
humor
Esteban Puig T
En mi serie de
artículos: IMAGEN Y PARÁBOLA, -mis apreciados y recordados amigos-, he
intentado describir, en forma anecdótica y un tanto ocurrente, una variedad de
sucesos de la vida cotidiana. Han desfilado: plantas, flores, animales, hechos
e historietas significativas para aprender y reflexionar sus consecuencias.
Pondré algunas anécdotas para que disfruten y sonrían. Sonreír es una cualidad fantástica
y hermosa del ser humano. La primera cosa que un niño recién nacido hace es
sonreír que es la manera de relacionarse con un ser humano que también le
sonríe porque le ama y así él se siente amado. El mundo entero es una sonrisa
bella y amable de Dios porque Dios es alegría. Ante un problema difícil o un
suceso incómodo: sonríe. Ante una persona cargante: sonríe; ante un acontecimiento
molesto y punzante: sonríe; ante tus eventuales fracasos y desvaríos: sonríe.
Cuentan de un herido que llevaba un puñal clavado en la espalda que al
preguntarle el médico si le dolía, contesto: “Si, pero sólo cuando me río”. De ahí les envío unas anécdotas históricas de
gente conocida para aprender de ellos a tomarse las cosas absurdas o
disparatadas con humor. El humor brota del contraste entre lo que se ve con lo que realmente debe ser. La
inteligencia, el corazón, la realidad y la comprensión del contraste hacen que
brote el humor como lenitivo ante contrario y absurdo del suceso o del dicho.
Ahí van dos ejemplos, mis buenos amigos, para que disfruten. Y sonrían. El día
que no arranquemos una sonrisa a los que nos rodean, es un día perdido.
Winston
Churchill (1874-1965) político británico. En pleno congreso habló con palabras
duras y electrizantes contra algunas opiniones de los políticos ingleses. Una
señora, enfurecida por lo que Churchill había dicho, le espetó: “Si yo fuera su
esposa tomaría veneno” a lo que respondió de inmediato Churchill flemático:
“Pues si yo fuera su esposo me lo tomaría con gusto”.
En otra
ocasión, el director de un College
decía a los alumnos que tuvieran a mano un cuaderno y lapicero listos pues
llegaría Mister Churchill a darles una conferencia interesante por lo que
convendría recoger todas sus ideas y conceptos. Llegó el día. Entró decidido Sir
Winston Churchill, subió al estrado, miró fijamente a los estudiantes y
exclamó: “No retroceder nunca, no rendirse jamás, never, never, never”. No dijo
nada más. Y se fue a la calle, dejándoles perplejos.
Otro gran
humorista, político, humanista, católico y escritor (famoso por “Utopía”(1516),
Sir Tomás Moro (1478-1535). Llegó a ser Gran Canciller. Se enfrentó con el Rey Enrique
VIII. Fue sentenciado a ser decapitado por no prestar juramento al Rey que
intentó anular su matrimonio con Catalina de Aragón y casarse con la “querida”
Ana Bolena y por no aceptar, como buen católico, el Acta de Supremacía que
declaraba al Rey cabeza de la nueva Iglesia separándose de la Iglesia Católica
de Roma. Cuando lo llevaban al cadalso levantado en la plaza, dijo al verdugo:
¿“Podría ayudarme a subir”? Por qué para bajar ya sabré valerme por mi mismo”.
Al colocar la cabeza para recibir el golpe del hacha en el cuello, la barba
había quedado enredada en la picota. “Mi barba –le dijo al verdugo- ha crecido
en la cárcel, es decir, ella no ha sido desobediente ante el Rey. Por tanto, no
hay por qué cortarla. Permítame que la aparte”. Y la cabeza rodó con la barba
impoluta, entera.
jueves, 3 de enero de 2013
El bastón del caminante
El
bastón del caminante
Al atardecer, cuando el sol al caer detrás de las montañas,
pinta todavía las nubes de colores violáceos, rojos y blancos, caminaba
presuroso un hombre ayudándose de un bastón. Le esperaba su familia. Pronto el cielo
se oscureció y la tierra quedó oscura y negra como boca de lobo. No se veía
nada. Esto le preocupaba. Se echaba la culpa por haber salido tarde y no traer
una linterna de mano.
Apuraba el paso con firmeza y con el bastón se apoyaba en
las piedras y asperezas fragosas del camino que estrecho y supino zigzagueaba
por la ladera del cerro. Faltaba un buen trecho: subir hasta la cumbre, caminar
por la puna y, finalmente, descender hacia el valle donde estaba su casa y su
familia. Con el bastón palpaba los escollos, depresiones y piedras del estrecho
y casi oscuro sendero. Cuando casi llegaba a la cima, al dar un paso y palpar
con el bastón el terreno… ¡no tocaba suelo! Se quedó paralizado, estático,
inmóvil, tembloroso, lleno de miedo. Lentamente intentó palpar por donde conducía
el sendero. Apaciblemente palpó a su lado izquierdo…nada. A su derecha…nada.
Detrás… nada, ¡Nada!, ¡NADA!. ¡Dios santo, ¡Nooooo! Al dar el paso adelante y
al no encontrar camino ¡me he subido sobre una roca con un precipicio alrededor!
Le vino un escalofrío de terror: El miedo lo tenía atenazado. Estaba en un gran
peligro. Un sudor frío recorrió su cuerpo…empezaron a flaquearle las piernas… temblaban
sus manos… Se sentó en cuclillas, aterrado. Esperaría ahí, sentado, hecho un
ovillo, sin dormirse, hasta que amaneciera. ¡Oh Dios, oh Dios!, exclamó entre
sollozos. Pasó la noche temblando de frío, con angustia, esforzándose en no
dormirse. Se le cerraban los párpados… le vencía el sueño…la cabeza se caía desplomaba
con tenues y repetidas sacudidas… La noche
fue larga, espantosa y fría. Cuando asomaron las primeras luces del amanecer y
Venus, la estrella matutina, titilaba en el cielo grisáceo miró a su alrededor
anhelante. ¿Qué? Pero, ¿qué pasaba? ¿Dónde se encontraba? No había ningún precipicio
alrededor. Todo era plano y el camino se le ofrecía sonriente, abierto y
seguro. Se levantó aún entumecido. En el suelo estaba el bastón roto en dos
pedazos. ¡Como iba a tocar suelo si estaba roto por la mitad!
¿Y la parábola? La fe
no es un estorbo ni noche oscura. La fe es el bastón, la verdad en la que nos
apoyamos para seguir por el camino recto, firme y seguro hacia la verdad, la
luz, la belleza y el amor. Sin fe, -quebrado nuestro espíritu- no hay camino.
Las tinieblas nos rodearán por todas partes. Y pueda que nos despeñemos. ¿De
acuerdo?
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