jueves, 15 de septiembre de 2011

Competencia

Cuando lo leí, no pude ocultar unas lágrimas de emoción que asomaron, asombradas, de mis ojos y se deslizaron, fugaces, por las mejillas. ¡Ese hecho si que era un ejemplo de vida ¡
Todavía resuenan los aplausos y los ojos no dejan de humedecerse ante el espectáculo de nueve jóvenes discapacitados que competían en una “Olimpiadas especiales” en Seattle, Estados Unidos, en una carrera de cien metros lisos.

Se alinearon para esperar la señal. Sonó el disparo de partida y salieron corriendo ante la  expectación de ver correr por un premio a jóvenes discapacitados. ¡A ganar! A media carrera uno de ellos tropezó cayendo al suelo y empezó, impotente, a llorar. Los otros jóvenes competidores, escucharon el ruido de la caída. Todos se pararon. Miraron hacia atrás y, unánimemente, dando media vuelta, regresaron al sitio donde estaba  su compañero caído. Una de las muchachas con síndrome de Down, se arrodilló, le dio un beso y le dijo: “Listo, ahora vas a ganar”. Todos los competidores entrelazaron los brazos y caminaron juntos hasta la línea de llegada.

El estadio entero se puso de pié…aplaudían, lloraban, gritaban de emoción.

Los que estaban allí repetían y repiten esta historia hasta el día de hoy. Y yo también con ellos. Porque lo que importa es la vida. Más que ganar, es ayudar a los demás para vencer,  aunque ello signifique disminuir el paso.

El comentario siguiente es de un amigo. El verdadero sentido de esta vida es que TODOS y JUNTOS ganemos, no individualmente.

Disminuir el paso, cambiar el rumbo y  ayudar a alguien que en ciertos momentos de su vida tropezó y que necesita ayuda para continuar caminando pero no como proyecto individual, sino colectivo.    

Entre todos, seguro que podemos. Guárdalo en tu corazón y asegúrate de encontrarlo en el momento oportuno, cuando debas ayudar a quien te necesita.