jueves, 3 de enero de 2013

El bastón del caminante

El bastón del caminante

 Al atardecer, cuando el sol al caer detrás de las montañas, pinta todavía las nubes de colores violáceos, rojos y blancos, caminaba presuroso un hombre ayudándose de un bastón. Le esperaba su familia. Pronto el cielo se oscureció y la tierra quedó oscura y negra como boca de lobo. No se veía nada. Esto le preocupaba. Se echaba la culpa por haber salido tarde y no traer una linterna de mano.

Apuraba el paso con firmeza y con el bastón se apoyaba en las piedras y asperezas fragosas del camino que estrecho y supino zigzagueaba por la ladera del cerro. Faltaba un buen trecho: subir hasta la cumbre, caminar por la puna y, finalmente, descender hacia el valle donde estaba su casa y su familia. Con el bastón palpaba los escollos, depresiones y piedras del estrecho y casi oscuro sendero. Cuando casi llegaba a la cima, al dar un paso y palpar con el bastón el terreno… ¡no tocaba suelo! Se quedó paralizado, estático, inmóvil, tembloroso, lleno de miedo. Lentamente intentó palpar por donde conducía el sendero. Apaciblemente palpó a su lado izquierdo…nada. A su derecha…nada. Detrás… nada, ¡Nada!, ¡NADA!. ¡Dios santo, ¡Nooooo! Al dar el paso adelante y al no encontrar camino ¡me he subido sobre una roca con un precipicio alrededor! Le vino un escalofrío de terror: El miedo lo tenía atenazado. Estaba en un gran peligro. Un sudor frío recorrió su cuerpo…empezaron a flaquearle las piernas… temblaban sus manos… Se sentó en cuclillas, aterrado. Esperaría ahí, sentado, hecho un ovillo, sin dormirse, hasta que amaneciera. ¡Oh Dios, oh Dios!, exclamó entre sollozos. Pasó la noche temblando de frío, con angustia, esforzándose en no dormirse. Se le cerraban los párpados… le vencía el sueño…la cabeza se caía desplomaba con tenues y repetidas sacudidas…  La noche fue larga, espantosa y fría. Cuando asomaron las primeras luces del amanecer y Venus, la estrella matutina, titilaba en el cielo grisáceo miró a su alrededor anhelante. ¿Qué? Pero, ¿qué pasaba? ¿Dónde se encontraba? No había ningún precipicio alrededor. Todo era plano y el camino se le ofrecía sonriente, abierto y seguro. Se levantó aún entumecido. En el suelo estaba el bastón roto en dos pedazos. ¡Como iba a tocar suelo si estaba roto por la mitad! 
¿Y la parábola? La fe no es un estorbo ni noche oscura. La fe es el bastón, la verdad en la que nos apoyamos para seguir por el camino recto, firme y seguro hacia la verdad, la luz, la belleza y el amor. Sin fe, -quebrado nuestro espíritu- no hay camino. Las tinieblas nos rodearán por todas partes. Y pueda que nos despeñemos. ¿De acuerdo?