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El buen
humor
Esteban Puig T
En mi serie de
artículos: IMAGEN Y PARÁBOLA, -mis apreciados y recordados amigos-, he
intentado describir, en forma anecdótica y un tanto ocurrente, una variedad de
sucesos de la vida cotidiana. Han desfilado: plantas, flores, animales, hechos
e historietas significativas para aprender y reflexionar sus consecuencias.
Pondré algunas anécdotas para que disfruten y sonrían. Sonreír es una cualidad fantástica
y hermosa del ser humano. La primera cosa que un niño recién nacido hace es
sonreír que es la manera de relacionarse con un ser humano que también le
sonríe porque le ama y así él se siente amado. El mundo entero es una sonrisa
bella y amable de Dios porque Dios es alegría. Ante un problema difícil o un
suceso incómodo: sonríe. Ante una persona cargante: sonríe; ante un acontecimiento
molesto y punzante: sonríe; ante tus eventuales fracasos y desvaríos: sonríe.
Cuentan de un herido que llevaba un puñal clavado en la espalda que al
preguntarle el médico si le dolía, contesto: “Si, pero sólo cuando me río”. De ahí les envío unas anécdotas históricas de
gente conocida para aprender de ellos a tomarse las cosas absurdas o
disparatadas con humor. El humor brota del contraste entre lo que se ve con lo que realmente debe ser. La
inteligencia, el corazón, la realidad y la comprensión del contraste hacen que
brote el humor como lenitivo ante contrario y absurdo del suceso o del dicho.
Ahí van dos ejemplos, mis buenos amigos, para que disfruten. Y sonrían. El día
que no arranquemos una sonrisa a los que nos rodean, es un día perdido.
Winston
Churchill (1874-1965) político británico. En pleno congreso habló con palabras
duras y electrizantes contra algunas opiniones de los políticos ingleses. Una
señora, enfurecida por lo que Churchill había dicho, le espetó: “Si yo fuera su
esposa tomaría veneno” a lo que respondió de inmediato Churchill flemático:
“Pues si yo fuera su esposo me lo tomaría con gusto”.
En otra
ocasión, el director de un College
decía a los alumnos que tuvieran a mano un cuaderno y lapicero listos pues
llegaría Mister Churchill a darles una conferencia interesante por lo que
convendría recoger todas sus ideas y conceptos. Llegó el día. Entró decidido Sir
Winston Churchill, subió al estrado, miró fijamente a los estudiantes y
exclamó: “No retroceder nunca, no rendirse jamás, never, never, never”. No dijo
nada más. Y se fue a la calle, dejándoles perplejos.
Otro gran
humorista, político, humanista, católico y escritor (famoso por “Utopía”(1516),
Sir Tomás Moro (1478-1535). Llegó a ser Gran Canciller. Se enfrentó con el Rey Enrique
VIII. Fue sentenciado a ser decapitado por no prestar juramento al Rey que
intentó anular su matrimonio con Catalina de Aragón y casarse con la “querida”
Ana Bolena y por no aceptar, como buen católico, el Acta de Supremacía que
declaraba al Rey cabeza de la nueva Iglesia separándose de la Iglesia Católica
de Roma. Cuando lo llevaban al cadalso levantado en la plaza, dijo al verdugo:
¿“Podría ayudarme a subir”? Por qué para bajar ya sabré valerme por mi mismo”.
Al colocar la cabeza para recibir el golpe del hacha en el cuello, la barba
había quedado enredada en la picota. “Mi barba –le dijo al verdugo- ha crecido
en la cárcel, es decir, ella no ha sido desobediente ante el Rey. Por tanto, no
hay por qué cortarla. Permítame que la aparte”. Y la cabeza rodó con la barba
impoluta, entera.
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