lunes, 18 de febrero de 2013


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El buen humor
 Esteban Puig T
 

En mi serie de artículos: IMAGEN Y PARÁBOLA, -mis apreciados y recordados amigos-, he intentado describir, en forma anecdótica y un tanto ocurrente, una variedad de sucesos de la vida cotidiana. Han desfilado: plantas, flores, animales, hechos e historietas significativas para aprender y reflexionar sus consecuencias. Pondré algunas anécdotas para que disfruten y sonrían. Sonreír es una cualidad fantástica y hermosa del ser humano. La primera cosa que un niño recién nacido hace es sonreír que es la manera de relacionarse con un ser humano que también le sonríe porque le ama y así él se siente amado. El mundo entero es una sonrisa bella y amable de Dios porque Dios es alegría. Ante un problema difícil o un suceso incómodo: sonríe. Ante una persona cargante: sonríe; ante un acontecimiento molesto y punzante: sonríe; ante tus eventuales fracasos y desvaríos: sonríe. Cuentan de un herido que llevaba un puñal clavado en la espalda que al preguntarle el médico si le dolía, contesto: “Si, pero sólo cuando me río”.  De ahí les envío unas anécdotas históricas de gente conocida para aprender de ellos a tomarse las cosas absurdas o disparatadas con humor. El humor brota del contraste entre lo que se ve  con lo que realmente debe ser. La inteligencia, el corazón, la realidad y la comprensión del contraste hacen que brote el humor como lenitivo ante contrario y absurdo del suceso o del dicho. Ahí van dos ejemplos, mis buenos amigos, para que disfruten. Y sonrían. El día que no arranquemos una sonrisa a los que nos rodean, es un día perdido.
Winston Churchill (1874-1965) político británico. En pleno congreso habló con palabras duras y electrizantes contra algunas opiniones de los políticos ingleses. Una señora, enfurecida por lo que Churchill había dicho, le espetó: “Si yo fuera su esposa tomaría veneno” a lo que respondió de inmediato Churchill flemático: “Pues si yo fuera su esposo me lo tomaría con gusto”.
En otra ocasión, el director de un College decía a los alumnos que tuvieran a mano un cuaderno y lapicero listos pues llegaría Mister Churchill a darles una conferencia interesante por lo que convendría recoger todas sus ideas y conceptos. Llegó el día. Entró decidido Sir Winston Churchill, subió al estrado, miró fijamente a los estudiantes y exclamó: “No retroceder nunca, no rendirse jamás, never, never, never”. No dijo nada más. Y se fue a la calle, dejándoles perplejos.

Otro gran humorista, político, humanista, católico y escritor (famoso por “Utopía”(1516), Sir Tomás Moro (1478-1535). Llegó a ser Gran Canciller. Se enfrentó con el Rey Enrique VIII. Fue sentenciado a ser decapitado por no prestar juramento al Rey que intentó anular su matrimonio con Catalina de Aragón y casarse con la “querida” Ana Bolena y por no aceptar, como buen católico, el Acta de Supremacía que declaraba al Rey cabeza de la nueva Iglesia separándose de la Iglesia Católica de Roma. Cuando lo llevaban al cadalso levantado en la plaza, dijo al verdugo: ¿“Podría ayudarme a subir”? Por qué para bajar ya sabré valerme por mi mismo”. Al colocar la cabeza para recibir el golpe del hacha en el cuello, la barba había quedado enredada en la picota. “Mi barba –le dijo al verdugo- ha crecido en la cárcel, es decir, ella no ha sido desobediente ante el Rey. Por tanto, no hay por qué cortarla. Permítame que la aparte”. Y la cabeza rodó con la barba impoluta, entera. 

jueves, 3 de enero de 2013

El bastón del caminante

El bastón del caminante

 Al atardecer, cuando el sol al caer detrás de las montañas, pinta todavía las nubes de colores violáceos, rojos y blancos, caminaba presuroso un hombre ayudándose de un bastón. Le esperaba su familia. Pronto el cielo se oscureció y la tierra quedó oscura y negra como boca de lobo. No se veía nada. Esto le preocupaba. Se echaba la culpa por haber salido tarde y no traer una linterna de mano.

Apuraba el paso con firmeza y con el bastón se apoyaba en las piedras y asperezas fragosas del camino que estrecho y supino zigzagueaba por la ladera del cerro. Faltaba un buen trecho: subir hasta la cumbre, caminar por la puna y, finalmente, descender hacia el valle donde estaba su casa y su familia. Con el bastón palpaba los escollos, depresiones y piedras del estrecho y casi oscuro sendero. Cuando casi llegaba a la cima, al dar un paso y palpar con el bastón el terreno… ¡no tocaba suelo! Se quedó paralizado, estático, inmóvil, tembloroso, lleno de miedo. Lentamente intentó palpar por donde conducía el sendero. Apaciblemente palpó a su lado izquierdo…nada. A su derecha…nada. Detrás… nada, ¡Nada!, ¡NADA!. ¡Dios santo, ¡Nooooo! Al dar el paso adelante y al no encontrar camino ¡me he subido sobre una roca con un precipicio alrededor! Le vino un escalofrío de terror: El miedo lo tenía atenazado. Estaba en un gran peligro. Un sudor frío recorrió su cuerpo…empezaron a flaquearle las piernas… temblaban sus manos… Se sentó en cuclillas, aterrado. Esperaría ahí, sentado, hecho un ovillo, sin dormirse, hasta que amaneciera. ¡Oh Dios, oh Dios!, exclamó entre sollozos. Pasó la noche temblando de frío, con angustia, esforzándose en no dormirse. Se le cerraban los párpados… le vencía el sueño…la cabeza se caía desplomaba con tenues y repetidas sacudidas…  La noche fue larga, espantosa y fría. Cuando asomaron las primeras luces del amanecer y Venus, la estrella matutina, titilaba en el cielo grisáceo miró a su alrededor anhelante. ¿Qué? Pero, ¿qué pasaba? ¿Dónde se encontraba? No había ningún precipicio alrededor. Todo era plano y el camino se le ofrecía sonriente, abierto y seguro. Se levantó aún entumecido. En el suelo estaba el bastón roto en dos pedazos. ¡Como iba a tocar suelo si estaba roto por la mitad! 
¿Y la parábola? La fe no es un estorbo ni noche oscura. La fe es el bastón, la verdad en la que nos apoyamos para seguir por el camino recto, firme y seguro hacia la verdad, la luz, la belleza y el amor. Sin fe, -quebrado nuestro espíritu- no hay camino. Las tinieblas nos rodearán por todas partes. Y pueda que nos despeñemos. ¿De acuerdo?

lunes, 15 de octubre de 2012

En carretilla sobre el Niágara


IMAGEN Y PARABOLA

En  carretilla sobre el Niágara
Esteban Puig T

La noticia conmocionó a todo el Pueblo. Un acróbata caminaría sobre un cable tendido sobre las cataratas del Niágara. El día señalado, a ambos lados de la catarata, se había reunido una multitud de personas ansiosas de ver cómo  cruzaría de un lado al otro, sobre un simple cable.  Salió el acróbata ante un silencio profundo de la multitud, sólo roto por el estruendo y fragor de las aguas que, en caída libre, en gigantescas cascadas blancas, retumbaban con ruido de mil  truenos. El acróbata con la pértiga en las manos, subió sobre el cable tendido de un lado a otro sobre las cataratas. Comenzó a caminar. Avanzando con la pértiga manteniéndose en precario equilibrio. La gente tenía  un nudo en la garganta con una expectativa próximo al grito si es que se caía. Fue avanzando con paso lento y medido.  Se paraba de cuando en cuando. Los vientos mecían el cable peligrosamente. Anduvo un poco más… y un grito de sorpresa y admiración se escapó de todas las gargantas cuando  el acróbata salto del cable la roca del otro lado. Los aplausos no paraban. Levantó la mano y pidió silencio. Con un altavoz preguntó: -¿Han visto Uds. cómo he cruzado limpiamente de un lado al otro con la pértiga de apoyo?. Pues ahora volveré a pasar al otro lado sin la pértiga. Traspasó al otro lado sólo con el equilibrio de los brazos en cruz. El público prorrumpió en estruendosos aplausos. . Volvió a pregunta: -¿Han visto cómo he pasado por encima de la catarata sin pértiga y sólo con las manos? -¡¡S!!, resonó   por  el aire el grito estentóreo de la multitud.. –Pues para que vean mis aptitudes y cualidades  voy a cruzarlo con una carretilla llena de ladrillos. Dicho y hecho. La gente no se lo creía. .¿Pasará por el cable con una carretilla llena de ladrillos? ¡Inverosímil!. Pues si…y así llegó al otro lado sin dificultad. La gente gritaba y aplaudía ante tal proeza. Levantó la mano y un gran silencio se hizo. Tomó el  megáfono en sus manos. Miró a la multitud y les dijo: -¿Han visto que paso una y otra vez atravesando la catarata con pértiga, sin ella y con la carretilla con ladrillos? ¿Han visto cómo cruzo de un lado a otro con seguridad y sin caerme? ¿Tiene confianza en mí que volvería a pasar con contratiempos ni caídas?   -¡¡Si!! coreaba la muchedumbre como enloquecida. -Bien. Si tienen confianza en mi…¿alguien de Uds. quiere subir a la carretilla?. Silencio. Nadie contestaba. -Pero, ¿no decían que era capaz de pasar por el cable una y otra vez sin peligro y total seguridad? Pues, repito, ¿alguien quiere subir a la carretilla? Nada. 

Del dicho al hecho va un trecho. Una cosa es decir si y otra decir no. De la voluntad a la acción el camino es muy largo y nunca se quiere andarlo. Si, si pero… cuando en la vida hay dolores que nos aplastan como  entre dos planchas de plomo o nos desmoronan con una enfermedad terminal  o un suceso desesperante y lacerante, resuena en nuestra conciencia la voz de Dios sí, de Dios no de un fantasma que nos dice: -“¡Sube a la carretilla, no tengas miedo. Confía en mi”, pueda que nos metamos las manos en los bolsillos, silbando, siguiendo caminando risueños e indiferentes diciendo:“Es que yo…” Bueno si, pero…” “Ya, pero…” ¡Ya está!. La evasiva, sonsa, displicente, atolondrada, comodona de siempre. ¡Falta decisión y carácter! ¡Amor!.que es el motor de todas las actividades nobles y sanas.



lunes, 27 de agosto de 2012

La Virgen María “cruzó la meta” y ganó el oro en Londres 2012


Foto: Streeter Lecka/Getty Images Sport/Getty Images

LONDRES, 10 Ago. 12 / 04:57 p.m. (AC/EWTN Noticias) La atleta etíope Meseret Defar protagonizó uno de los momentos más emotivos de las Olimpíadas de Londres 2012 cuando al cruzar la meta en la final femenina de los 5.000 metros planos y hacerse de la medalla de oro, sacó de su pecho una imagen de la Virgen María, la mostró a las cámaras y se la puso en el rostro en un momento de intensa oración”
Los espectadores del estadio y los millones de televidentes nos quedamos en suspenso y expectativa cuando la atleta, llorosa, mostró a todo el mundo la estampa de la Virgen con el Niño Jesús en brazos. Primero fue sorpresa. Seguidamente nos pusimos  a aplaudir y a saltar con alegría y frenesí. La Virgen María “cruzó la meta” con la atleta que ganó el oro en Londres 2012.
Meserer Defar, cristiana ortodoxa, quiso ofrecerle a la Virgen María el logro máximo en la carrera de atletismo. Comenzó la carrera con una señal de la cruz. Y lo logró en 15:04:25.  Porque creía y amaba, pues la entrega, el desprendimiento, el esfuerzo a la hora de conseguir los ideales hacen brotar  los ríos frescos de vida y vigor, pues para una nueva fecundidad, y conseguir un premio de oro al esfuerzo, el arrojo, la energía es necesario estar llenos de alegría de la fe, de la convicción; de la radicalidad de la obediencia, del esfuerzo, del trabajo; del dinamismo de la esperanza que impulsa hacia metas bien claras y definidas y de la fuerza del amor. Así se alcanza la felicidad.
Pero no fue un acto aislado, escueto, ocasional. Meseret Defar es una atleta cuajada, maravillosa. Ha sido subcampeona en el Mundial de atletismo de Helsinki 2005. Fue, también, dos veces campeona mundial de 3.000 metros bajo techo. En las Olimpiadas de Atenas 2004 ganó la medalla de oro en los 5000 metros y en Beijing 2008 obtuvo la medalla de bronce en esta misma prueba. El 3 de junio de 2006 batió en Nueva York el record mundial de los 5.000 metros con 14:24:53.
No es, pues, un  caso raro que busca la publicidad y el aplauso multitudinario. Aquí hay algo más. Un espíritu, unas ansias de agradar y de dar alegrías a quien se ama. También en las mismas Olimpiadas de Londres 2012, una joven nadadora, Mireia Belmonte, ofreció las 2 medallas de plata que ganó en las pruebas de 800 metros libres y 200 metros mariposa a la Virgen de Montserrat, la “Moreneta”  en Barcelona.
Sigue la Inauguración de los Juegos Olímpicos Londres 2012 – En VIVO ¿No será que muchos cristianos y cristianas han entendido lo que el Papa Juan Pablo II exponía en Polonia en su visita pastoral del año 1966  ante  todos los Obispos Polacos y millones de fieles: “Todo por medio de María”? Todo, también el deporte.

 

miércoles, 15 de agosto de 2012


El Rostro del Cerro

Una pequeña aldea, acurrucada en las faldas de un cerro, se encontraba sitiada por uno ejércitos del país vecino, grande y poderoso. Su jefes querían que el pueblo aquel se integrara a sus maneras y costumbres. Pero en vano. El pueblo se resistía y no cedía. Empezaron las presiones: cercaron el pueblo, cortaron el agua, hostigaban con gritos a sus habitantes y, cerraron los caminos para que nadie pudiera salir.

Lo moradores empezaron a preocuparse. Poco a poco el hambre y la zozobra mimaban su ánimo firme y resulto. Los niños lloraban y las madres se desesperaban al ver que nada podían darles. Los ancianos del pueblo, en reunión, estaban sin saber que determinación tomar. ¿Subir al cerro y escapar por el otro lado? Imposible. ¿Atacar a los agresores? Serían aniquilados irremisiblemente pues eran muchos más numerosos los guerreros que ellos. ¿Rendirse? ¡Nunca! Su orgullo les mantenía firmes y no iban a doblar la rodilla al prepotente y provocador adversario.

En plena reunión un anciano recordó una vieja leyenda de sus antepasados según la cual, en caso de asedio y batallas, si alguno de los jóvenes del pueblo llegaba a tener la fisonomía de un rostro que se dibujaba allá en lo alto del cerro, llegaría a ser el libertador. Todos se quedaron asombrados y dirigieron sus miradas al cerro. Si. En la cumbre se perfilaba un rostro, claro, de facciones bien acusadas y ojos duros como la piedra de la que estaba formado.

Un joven, un muchacho, no sabía nada de la leyenda pero todos los días, sin excepción, subía al cerro y se quedaba largas horas contemplando el rostro guerrero del cerro. Así un día y otro día. 
Al cabo de cierto tiempo, los ancianos se dieron cuenta que el rostro del joven iba adquiriendo la misma fisonomía del rostro que estaba, cincelado por el viento y las lluvias, en el cerro. Se quedaron estupefactos. Cuando el joven regresaba a la aldea en las tardes, los ancianos y el pueblo, quedamente, le seguían con la mirada e instintivamente miraban al cerro. Su corazón latía con fuerza y se llenaban de alegría al notar la similitud del rostro del cerro con la faz del joven.  

Efectivamente. El joven llegó a ser un fiel retrato del rostro del guerrero que estaba en el cerro. Aconsejado por los ancianos y reuniendo a los moradores, les expuso una serie de estrategias para librarse del asedio. Los soldados del ejército del país dominante, habían olvidado las precauciones y aflojado la vigilancia. Pensaban que el pueblo no tardaría en caer, como cae la fruta madura del árbol. De súbito se encontraron con un ataque feroz por parte de la gente de la aldea capitaneados por el joven de rostro del guerrero. Les cayeron flechas incendiarias, agua hirviendo desbarataba a los soldados que huían espantados dando voces y lamentos, rodaban piedras descomunales que aplastaban  las carpas, hombres y animales. 

Habían convertido un pequeño riachuelo que surgía del cerro en un caudal inmenso de agua que debidamente almacenado en la parte interior de la muralla y que, abiertas varias compuertas, se despeñaron rugientes derribando pertrechos y ahogando los pocos soldados que no pudieron huir. La victoria fue total. 

Contemplar, día a día, con constancia y anhelo, por la oración , el rostro de Cristo, se llega a ser “otro Cristo, el mismo Cristo”, en expresión de San Josemaría Escrivá  y, así, se ganarán todas las batallas que presente el enemigo común.

viernes, 11 de mayo de 2012


Las gracias de un borrico



El pastor, sentado en el declive del valle, miraba a sus ovejas que pastaban. Su perro, el fiel “bat”, estaba a su lado jadeando, pues había corrido alrededor del rebaño, ladrando y juntándolo en un todo, compacto y unido. A la voz de su amo, corría como una exhalación hacia las ovejas, ladrando y corriendo en círculo para que se agruparan. Las mantenía a raya. Sus ladridos eran como clarinazos que ponían a las ovejas, igual que un ejército, organizadas, obedientes, en su sitio.  El pastor se ciño el zurrón, tomo el cayado, dio un silbido y el perro comenzó a dirigir la marcha de las ovejas hacia el corral. La tarde languidecía. Guardó las ovejas en el redil, cerró la puerta y se sentó a la mesa para tomar una sopa de pan con vino. 

Debajo de la mesa el perrito no dejaba de mirarle, inquieto, esperando algún bocado. Por fin le dejó el cuenco plato con la poca sopa para que lo terminara. “Bat” saltaba de alegría junto a su amo. A un lado de la estancia, estaba un burrito que comía un puñado de cebada y meneaba la cola feliz.

En esto, el perrito dio un brinco y se puso de patas sobre la mesa, erguido, con las manos dobladas graciosamente delante del pecho y saltando graciosamente ante su dueño que sonreía, contento, mientras sorbía en un escudilla,  un poco de vino, rojo como la sangre. El perrito seguía con sus monerías: saltaba, daba brincos, aullaba y realizaba volteretas cada cual más divertidas.

El burrito, un tanto sorprendido de la pericia del “bat”, deseaba también demostrar sus habilidades. Corrió hacia donde estaba el pastor, dio un brinco… y cayó sobre la mesa que cedió con gran estrépito ante el peso del animal, destrozándola en mil pedazos.
No basta la buena intención de agradar. Hay que demostrarlo con obras, pero con obras coherentes y eficaces.

Las gracias del burrito sobre la mesa, no eran adecuadas ni convenientes. Los payasos del circo –esos hombres maravillosos que hacen reír para que los niños y mayores estén contentos y felices- no hacen “payasadas”, sino que derrochan arte, buen humor y corazón en sus actuaciones.

       

jueves, 29 de marzo de 2012

La araña




Estaba camuflada en el escondite que ella misma se había tejido. Quieta. Expectante. Sólo movía sus ojos inquisidores, esperando, esperando.
Me encontraba sentado junto a un árbol cuando divisé una inquieta y peluda araña negra que, entre dos ramas del árbol donde estaba sentado, tejía una tenue telaraña, casi invisible. Curioso. Cautivó mi curiosidad. Me di cuenta que precisamente por este sitio cruzaban varias moscas e insectos voladores. Observé con atención cómo iba tejiendo la telaraña fatídica. A partir de un centro, que era su guarida donde se escondería, iba tejiendo círculos, pequeños al principio y cada vez más grandes al final, hasta cubrir totalmente el paso por donde percibía que pasarían los insectos. Poco a poco fue formando una red casi invisible que quedó perfectamente ubicada entre las dos ramas del árbol. Se acurrucó en el hueco y esperó pacientemente.
Hacia el atardecer, aparecieron varios insectos que revoloteaban atolondradamente de un lado a otro con inusitado zigzag. La araña miraba y esperaba pacientemente sin moverse de su escondite. En eso una ingenua mosca quiso cruzar por entre las dos ramas y…chocó con la telaraña y se quedó pegada. La araña avizoró como la  mosca, por más esfuerzos que hacía para desprenderse de la pegajosa telaraña, más se enredaba en ella. La araña esperó, inquieta, mirando como su presa se debatía inútilmente para librarse. Imposible. ¡Estaba atrapada sin remedio! Rápidamente la tejedora salió de su escondrijo y se lanzó contra la mosca. Empezó a envolverla con sus hilos traidores para que se quedara aún más inmóvil y no escapara de la trampa que le había tendido. Vio que no se movía. ¡Ya era suya!

La araña traicionera jaló el ovillo donde estaba apresada la mosca y lo metió en su nido. La victima estaba servida. Le clavó el aguijón y, lentamente, chupó su sangre  con delicia. Al poco rato, la mosca ya no era más que un amasijo informe y fofo: una piltrafa infeliz sin carne y con el pellejo despedazado y contrahecho. Satisfecha con su festín, la araña pérfida tuvo la desfachatez, después de servirse de la mosca incauta, arrastrar la bola con los residuos y botarla al suelo despectivamente como una basura  inútil y despreciable.

Este es el triste desenlace al que pueden llegar los distraídos, inseguros e imprudentes que alegremente no cuidan su andar y sus acciones. ¡Pueden quedar atrapados irremisiblemente en la telaraña de sus malas acciones!